El asunto no era fácil. La desproporción de medios, la feroz ofensiva del gobierno de ZP y la descarada intervención de los grandes poderes económicos, no hacían prever una campaña fácil y dejaban a las fuerzas del NO en la intemperie, donde los propios errores y las debilidades creaban un marco nada propicio. El resultado ha sido mejor de lo esperado y refleja las posibilidades que el pensamiento crítico y la acción política alternativa siguen teniendo en esta sociedad.

No hay que engañarse. Todos sabemos que en el SÍ, en el NO, en el voto blanco y en la abstención hay una transversalidad de opinión y orientación ideológica. Para decirlo más claro, no todos los que votaron SÍ estaban a favor del gobierno ni todos los que votaron que NO eran de izquierdas. Ahora bien, tampoco cabe dudar de que en condiciones especialmente difíciles la izquierda política, social y cultural del NO ha hecho un trabajo muy meritorio y ha conseguido, conforme avanzaba la campaña era todavía más claro, crear un espacio público más allá del terreno marcado por el poder: o europeísta o nacionalista con ribetes más o menos claros de Le Pen. En el centro la idea de que otra Europa es posible y que para eso era necesario oponerse a este tratado que nos otorga una «constitución».

Desde la izquierda alternativa en general e IU en particular es necesario sacar algunas lecciones e iniciar una reflexión, de fondo, para ir más allá de unas debilidades que pueden terminar por excluir a un referente solvente de una conciencia crítica y alternativa existente en nuestra sociedad:

La primera consecuencia a sacar es que se empezó muy tarde y con pocas convicciones. Todo apuntaba a que se iba más que por devoción por obligación y desde una conciencia demasiado precavida, que buscaba salidas más que situarse bien en la batalla política.

La segunda puede parecer obvia pero es bueno subrayarla: la gestión del referéndum por ZP y su partido no sólo ha sido plebiscitaria sino que ha mostrado un «talante» profundamente antidemocrático y excluyente, especialmente frente a IU. Centenares de militantes han tenido que soportar, por parte de los poderes realmente existentes y del PSOE, un estilo político que recordaba al referéndum sobre la OTAN y que ponía de manifiesto que para el social liberalismo español su proyecto sigue siendo conseguir el monopolio político de eso que eufemísticamente se llama izquierda.

La tercera consecuencia es la dualidad político-organizativa que vive IU: de un lado, por abajo (asambleas de base y organizaciones locales) se nota la pérdida de vínculos sociales, una avanzada desintegración organizativa y una falta de motivación especialmente alarmante en la parte más activa. De otro, que en medio de todo esto, sigue existiendo, en la sociedad y en nuestra organización, recursos morales y organizativos disponibles para aquellas tareas que sintonicen con el ideario, las aspiraciones y las necesidades de una militancia que es de este mundo pero que quiere cambiarlo.

La cuarta tiene que ver centralmente con la situación que vive IU. Que la organización quiere unidad de acción no cabe ninguna duda. La divisiones pesan, el clima de desencuentro interno desmotiva y, con mucha frecuencia, no se sabe muy bien qué hay de ideas enfrentadas y qué hay de pura y simple lucha por el poder.

Pero éstas son las consecuencias, no las causas. IU (la verdad es revolucionaria) vive una doble crisis: de proyecto y de estrategia. Para la inmensa mayoría de los hombres y mujeres que militan activamente en IU su identidad sigue estando en cuestión. E igualmente la estrategia política, ambas cosas están relacionadas, sigue siendo algo oscuro cuando no marcado por las adaptaciones oportunistas al presente. Para decirlo con más claridad: hoy nadie sabe realmente si somos gobierno u oposición y cuál es nuestra relación real con el PSOE. Hablar en este contexto de oposición exigente e influyente confunde más que aclara. Continuaremos.