M.O.:¿Cómo se consiguió que el Polo Democrático Alternativo lograra aglutinar por primera vez a toda la izquierda bajo esta candidatura?
C.G.:
Han confluido varios factores. En primer lugar, cada vez va habiendo una conciencia más generalizada de que la propuesta de Uribe es muy nociva para el país. Eso ha contribuido a que debates que la izquierda ha cultivado y que ha mantenido históricamente, hayan pasado a un segundo plano para lograr este propósito común. En segundo lugar ha podido tener incidencia algún factor personal. Yo no he sido militante de ninguna de las organizaciones de izquierda en Colombia y por tanto tenía una cierta autoridad para hacer ese llamado a la unidad porque mi propuesta no suscitaba dudas ni recelos en nadie. El ejercicio de la política en Colombia está muy desacreditado y el hecho de que llegara alguien que no tenía esos antecedentes hizo que la propuesta fuera más fiable.

M.O.:¿Cómo se va a reflejar el éxito del Polo en la realidad colombiana?
C.G.:
Pienso que la única forma de reflejarse sería con el acceso al poder y para eso no tenemos que perder ni un centímetro del terreno ganado. Al revés; tenemos que consolidar la unidad, tenemos que afinar nuestra propuesta para lograr ser la primera fuerza política en 2010 como creo que podemos llegar a ser.

M.O.: Entre tanto la prueba de fuego para el que proceso continúe serán las elecciones locales. ¿Cómo se van a preparar?
C.G.:
Estamos haciendo exploraciones sobre los municipios y departamentos donde podemos acceder al poder local. Es bien difícil porque muchas veces la búsqueda del poder local es más compleja que la del poder nacional ya que en los departamentos hay un fenómeno de clientelismo mucho más asentado que el que hay a nivel nacional. Sin embargo, hay municipios y departamentos donde hemos desarrollado un trabajo previo que nos garantiza que muy posiblemente podremos llegar a algunas alcaldías y a algunas gobernaciones. Además el hecho de que hayamos tenido alcaldes como Lucho Garzón, por ejemplo, o gobernadores como Angelino Garzón, que se han desempeñado de una forma bastante eficiente en sus respectivos cargos, nos da un título de legitimidad para aspirar a alcanzar poder local.

M.O.: Durante las elecciones de mayo se realizó una campaña sucia contra el Polo Democrático Alternativo en la que se llegaba a amenazar con teñir de sangre su bandera amarilla si no ganaba Uribe, y en la que la población rural tenía miedo a votarle por temor a represalias. Y a pesar de todo, la izquierda logró saltar de un 5% a un 22%. ¿Cómo se consiguió?
C.G.:
La campaña fue adelantada en posiciones muy desventajosas para la oposición y especialmente porque la sola circunstancia de que una organización política se llame de izquierda es ya arriesgado porque la asociación con la lucha armada es inevitable. Nosotros tenemos que gastar una buena parte de nuestras energías mostrando que a pesar de que nuestra propuesta es de izquierdas no tenemos nada que ver con la lucha armada y no tenemos nexos con la guerrilla. Y a pesar de eso el presidente de la república, a quien las encuestas daban como ganador, hizo una especie de guerra sucia tratando de asimilarnos a la guerrilla, llamándonos comunistas disfrazados y cosas así, lo que significaba que nosotros teníamos que hacer un esfuerzo mayor para llegar a zonas más peligrosas. Vivir en Colombia ya es un riesgo, hacer política es un riesgo adicional y si la política es de oposición y se dice de izquierdas, todavía más peligroso. Todo eso dificultó el proceso de una manera mucho más significativa y sin embargo el resultado fue bastante bueno, sobre todo si se toma en cuenta las circunstancias bajo las cuales se obtuvo.

M.O.: Tras conocer los resultados usted ya declaró que desde ese mismo momento ya empezaba la política de oposición al gobierno. ¿Ya tiene perfilada esa política o es la que se va a definir en el Congreso de Unidad que tendrá lugar a final de año?
C.G.:
En líneas generales la política ya está definida. Es la propuesta que presentamos en la campaña electoral. La política está trazada y ahora hay que afinarla. Hay que concretar muchos puntos, tanto en el campo de la política nacional como internacional y económica. Todo lo que nos proponemos hacer en el congreso es extraer conclusiones de esas líneas generales y aplicarlas a nivel micro.

M.O.:¿Podría decirnos los puntos fundamentales en los que se basa su programa político?
C.G.:
Los dos ejes fundamentales de nuestras propuestas son la recuperación de la soberanía nacional, y que el estado recupere la dirección de la economía. Colombia en estos momentos es un país exageradamente dependiente de Estados Unidos. Está claro que en un mundo globalizado es necesario intensificar las relaciones internacionales, pero deben ser abiertas con todos los países del mundo y en un plano de igualdad, y Colombia está actuando de una manera bastante sometida a los Estados Unidos, por ejemplo en el apoyo a la invasión de Iraq, en la manera en como se llevó a cabo la negociación del Tratado de Libre Comercio, y en la aceptación del gobierno colombiano de la Operación Colombia, del Plan Patriota y del Plan Colombia. Son muestras evidentes de una gran renuncia a la soberanía.

Y por otra parte es necesario que el Estado recupere la dirección de la economía. La política de mercado desbordada, el neoliberalismo, viene produciendo en Colombia efectos devastadores, especialmente en los sectores que más atención requerirían del Estado, en los sectores más pobres. Si la Constitución colombiana del 91 conformó un estado social de derecho, el estado social de derecho, desde nuestra perspectiva, es incompatible con un mercado desbordado como el que hay en Colombia. Por lo tanto nuestra propuesta es la recuperación de la economía por parte del estado.

M.O.:¿Qué tienen en común sus propuestas con las de Hugo Chávez y Evo Morales?
C.G.:
No es sano proyectarnos como parecidos a Chávez o a Evo Morales o a Lula. Se ha puesto de moda clasificar los gobiernos de América Latina en buenos y malos. Creo que nosotros no tendríamos que parecernos a nadie. Las diferencias que existen entre lo que pudiéramos llamar distintas izquierdas latinoamericanas no sólo dependen del estilo personal, sino también de las circunstancias específicas que hay en cada país, porque igual como existen similitudes, también existen diferencia entre Colombia y Venezuela, entre Brasil y Colombia, etc. que determinan que el ejercicio de un gobierno de izquierdas en Colombia sea diferente al de otros países. Y naturalmente es coincidente en el propósito, porque en lo que nos ponemos de acuerdo es en que lo que nos habilita para llamar a esos gobiernos de izquierda es que han resuelto ejercer el poder en beneficio de los sectores más deprimidos. Eso es lo que nosotros también haríamos y en eso nos pareceríamos a ellos. Pero el tipo de reformas urbanas, agrarias, tributarias…lo dictarían mucho más nuestras propias circunstancias que las similitudes con otros gobiernos.

M.O.: Ha habido un claro giro de América Latina hacia la izquierda, ya sea alcanzando el poder o disputándolo seriamente como en El Salvador, o en México donde se habla de pucherazo. Ese cambio aún no ha llegado a Colombia, donde aunquela representación de la izquierda se ha cuadruplicado, Uribe ha conseguido un 62% de los votos. ¿Por qué Colombia se ha quedado al margen de este proceso?
C.G.:
Hay que volver a las circunstancias de cada país. El viraje a la izquierda que se está produciendo en América Latina hay que tomarlo con mucho cuidado, que no se crea que fue una especie de efecto mágico que fue que la izquierda llegó a América Latina y que independiente de cómo sea el funcionamiento de las fuerzas políticas en cada país va a llegar el gobierno de izquierdas. De lo que tenemos que ser conscientes es que en los países donde se ha producido este fenómeno ha estado precedido de movimientos populares fuertes. Y en Colombia aún no se han dado. Todavía son muy débiles. Uno de nuestros propósitos es catalizar positivamente estos movimientos para que hagan posible el triunfo de la izquierda cómo ha sucedido en otros países vecinos.

M.O.: El problema del desencanto político en Colombia se refleja en esa escasa participación ciudadana a la hora de votar donde la abstención llegó al 54%. ¿Cómo se han propuesto recuperar esa confianza?
C.G.:
Es un desafío nuestro. Tenemos que persuadir a muchos sectores que han sido tradicionalmente apáticos y reacios a participar en procesos electorales para que dejen de hacerlo. Abstenerse a votar es casi una herencia de la izquierda, e incluso en sectores que no se identifiquen con la izquierda ¿por qué? Pues porque en Colombia no ha habido alternativas políticas: si ganan los conservadores o los liberales es exactamente igual. Entonces la gente se acostumbró a que el voto era un acto inútil. Nosotros estamos tratando de demostrar que no lo es porque sí hay propuestas alternativas: no es lo mismo que gane Uribe a que gane el Polo. Pero ese cambio de conciencia no se consigue de un día para otro. Es un trabajo que tenemos que hacer durante estos cuatro años.

M.O.: ¿Cuál es su plan para la reconciliación militar, social, política y económica de Colombia?
C.G.:
En primer lugar yo creo que el conflicto colombiano únicamente puede terminar por la vía del diálogo y de las conversaciones, y creo que el conflicto existe porque tiene causas y que la mejor forma de resolverlo es encaminando el ejercicio del poder a atacar las causas del conflicto: la miseria, la pobreza, la distribución inequitativa de la riqueza… y en segundo lugar, abriendo espacios de diálogo. Uribe los ha cerrado y ha creado un ambiente de hostilidad grande entre la insurgencia y el gobierno que imposibilita prácticamente el diálogo. Nosotros creemos que esas dos estrategias tienen que ser simultáneas: un ataque mediante políticas públicas a los factores que han generado el conflicto, y por otro lado la ambientación de espacios de diálogo sobre reformas que el país necesita.