Desde los años 80, los terroríficos años de la reconversión naval, el clúster de la construcción naval viguesa ha sufrido numerosas transformaciones ligadas a dos procesos que, a la vez que paralelos, tienen una relación causa-efecto. Uno de ellos el proceso de privatización de los grandes astilleros, Ascon, Barreras.

Vulcano, etc… bajo la argumentación de la ineludible crisis que se avecinaría de no realizarse la salida de las empresas del paraguas de la SEPI; el otro proceso nace fruto de una correlación de fuerzas en la conflictividad socio-laboral de los astilleros, la aceptación paulatina por parte de los sindicatos de la precarización de los puestos de trabajo en el sector.

Este nuevo modelo de producción que se introduce con los procesos privatizadores reproduce el naciente modelo de externalización de procesos productivos que tantas plusvalías comienza a generar en las grandes empresas multinacionales en los años 90; procesos enteros de la construcción de barcos se asignan a pequeñas y grandes auxiliares surgidas de la nada, empresas creadas por avispados «emprendedores» que se hacen rápidamente con la carga de trabajo de las antiguas gradas de los astilleros, que en ocasiones heredan parte de las plantillas reguladas pero que descubren que existe un filón de nuevos trabajadores de rápida formación que realizarán los mismos trabajos con costes laborales infinitamente inferiores a los veteranos trabajadores de los antiguos astilleros públicos. A finales de los años 90 en toda la comarca viguesa se extienden empresas auxiliares del sector naval, algunas simplemente arrendadores de trabajadores cuya sede social son furgonetas o bajos comerciales de escasos metros, empiezan a pelearse por ser el más barato, el que menos conflictividad laboral tiene, el mas «competitivo» es la época de los «piratas», auténticos expertos en pulverizar derechos laborales y generadores de un perfecto caldo de cultivo para la accidentalidad laboral.

Con este modelo de sector naval satelitelizado en auxiliares con plantillas fluctuantes se llega a la negociación del convenio del metal del año pasado. Los sindicatos del metal (que agrupan en la comarca de Vigo no solo al naval sino a la importante industria auxiliar del automóvil) proponen una tabla reivindicativa a la patronal que se centra en corregir las grandes carencias del sector; la elevada temporalizad y precariedad; el abusivo uso de las horas extras por parte de la patronal del sector, que propone una bolsa de horas donde evitar la generación de empleo estable, la existencia de empresas piratas, algunas de ellas extranjeras, que operan en el sector casi ejercitando un «dumping» en materia de precios por trabajo final, etc… La notable intransigencia de la patronal a negociar algo que supone un ataque a la esencia del modelo de empresas auxiliares: soy más barato porque pago menos a los trabajadores y más eficaz porque ejerzo un contro coercitivo sobre mi plantilla mediante la eventualidad y la ausencia de derechos laborales colectivos: nombradamente sindicales. La inusual unidad sindical de CCOO, CIG y UGT facilitan que las reivindicaciones obreras generen una huelga general de 9 días de participación masiva en mayo de 2006, con movilizaciones de más de 15.000 trabajadores todos los días que paralizaron hasta la misma CITROEN, especialista en autogenerar logística interna con la inestimable ayuda de la policía, cuando existen huelgas generales. El indudable éxito de la huelga obligó a la patronal a firmar un convenio provincial donde se tenía que hacer fija al 45% de la plantilla (en algunas auxiliares este porcentaje no llegaba ni al 1%), se caía la idea de la bolsa de horas (200 horas anuales que la patronal podía usar a su antojo como horas normales fueran extras o en sábados), se conseguían 850 euros lineales de aumento para todas las categorías el primer año, más un aumento del IPC real, más el 1,5% el segundo, y lo más exitoso la obligación de que todas las empresas extranjeras que trabajaban con sus plantillas en el sector naval vigués a hacerlo con los salarios y las condiciones del convenio provincial, algo que daba una patada en las narices a la directiva Bolkestein desde el marco de la negociación colectiva.

Un año después del convenio
Incluso al día siguiente de la firma del convenio, que los trabajadores aceptamos «in extremis en una multitudinaria asamblea de más de 10.000 asistentes en Vigo, la sensación que corría en los trabajadores es de que la patronal «pirata» no cumpliría este convenio.

Destacados dirigentes de la patronal del sector, ASIME, hablaban de caos, de pérdida de productividad, de desaceleración del sector, etc… Fruto de esta actitud nos encontramos en mayo de este año con empresas como MONESA que públicamente dicen que se pasan por «el forro» el convenio y que ellos no harán fijos al 45% de su plantilla. Es el ejemplo más palpable de que lo que los trabajadores habían conseguido hace exactamente un año era poner no solo contra las cuerdas a la patronal sino a un modelo de empresa y producción desregulado que estaba generando precariedad e incluso muertes en todo el naval vigués. La llamada de las centrales sindicales a la negociación y al cumplimiento del convenio cayó en saco roto por parte de ASIME. Esta vez iría a la huelga no todo el sector del metal sino el naval, su parte más importante y la que de manera más feroz sufre los efectos del modelo productivo nacido de la reconversión. En liza de nuevo dos viejas aspiraciones de la patronal pirata; evitar la estabilidad en el empleo del sector para facilitar despidos colectivos o individuales y la bolsa de horas. Tras varios días de huelga el acuerdo entre las partes llegó la madrugada del 17 de mayo, al obligársele de nuevo a la patronal a pasar el 45% de trabajadores contratados de manera eventual a indefinidos (algo ya recogido en convenio), y a expulsar de la organización empresarial del sector naval a las que en el plazo de un mes no cumplieran esta medida. Igualmente se obligó a la patronal a realizar contratos concatenados en aquellas empresas que sobrepasen en diez puntos ese porcentaje del 45%, es decir, que lleguen al 55% de contratos fijos en 2007, y en el próximo año al 60%. Tal encadenamiento de contratos deberá ser comunicada igualmente a la Agencia de Bolsa de Empleo (ABE), el mecanismo estrella conseguido en el convenio colectivo del sector del metal hace ahora un año, y que estuvo precedido por otra huelga anterior, de nueve días de duración. La patronal ha vendido esto como un ejemplo de su esfuerzo negociador, para el Partido Comunista de Galicia es vergonzoso que quien lleva un año incumpliendo flagrantemente el convenio se siente a firmar que lo va a cumplir con vistas a darse tiempo para incumplirlo nuevamente hasta que el hastío o una seleccionada represión sobre trabajadores con conciencia les facilite de nuevo el envite.

En ello están, pero afortunadamente, en no permitirlo se encuentran los miles de trabajadores que han tomado como costumbre en mayo de cada año darse un paseo multitudinario por la ciudad de Vigo para recordarle que convenio es ley.

*Secretario Mundo del Trabajo PC Galicia. Delegado sindical de CCOO en el Metal de Pontevedra