No sé si se habrán fijado, pero últimamente a los locutores de televisión – conductores de noticias se les llama ahora en un intento más de acabar con nuestro idioma en pro del imperio – se les ha pegado una muletilla que no acabo de entender. Me refiero a que cuando hablan de una explosión en Iraq, el accidente de un ferrocarril indio o los efectos de un terremoto en cualquier país de los que están más al Sur del Sur del mundo, anteponen un al menos a la cifra aproximada de fallecimientos en una suerte de banal contabilidad mortuoria.
Ya sé que en nuestro mundo – cada vez más parecido a un macabro centro comercial – los muertos valen más o menos depende dónde nazcan.
Cualquiera se extrañaría si escuchara decir que en Afganistán han muerto al menos dos soldados españoles, o al menos cuatro cooperantes franceses. Pero sin embargo, cuando los muertos son pobres – de eso se trata y no de otra cosa, sin duda – a nadie le sorprende ese ejercicio, no ya de inexactitud, sino de redondeo al alza con algo tan serio como lo es la vida de los seres humanos. Tal vez sea porque efectivamente mueren muchos más, o tal vez, desgraciadamente, porque nos importan bastante menos.
Recuerdo que, al día siguiente de iniciarse la invasión de Iraq, estaba yo comiendo en el restaurante de un amigo y oí una conversación bastante significativa al respecto. Había una pareja de jóvenes trabajadores enfundados en su mono azul, que, entre bocado y bocado, analizaban groseramente la nueva situación bélica. Le decía uno al otro: «A mí, mientras nos bajen la gasolina ya pueden morirse todos los moros que haga falta». Y el otro siguió comiendo sin atragantase.
La perversión del conocimiento de la realidad, el abandono del uso de la inteligencia crítica, gracias al exceso de mercantilismo de los medios de comunicación y la alarmante desideologización de la cultura y el comportamiento social, ha rebajado el valor de la vida hasta extremos insospechados. Fieles a los principios que marca la Sociedad del Espectáculo afloran la lágrimas entre el público, en una suerte de catársis colectiva, cuando muere un torero, artista, personaje popular o militar, durante los funerales con los que el Estado o la prensa les honra. Mientras tanto, nadie echa de menos la falta de los mismos honores para con los que mueren en la construcción – una media de diez a la semana -, los que lo hacen en la carretera víctimas del terrorismo empresarial – al menos, entre cincuenta y sesenta cada siete días – o los que desaparecen en el Océano – estos ya, por ser más pobres no tienen ni media – en busca de una vida mejor, huyendo de la miseria en la que nuestro excesivo bienestar les ha sumido.
Para todos ellos – y muchos más – no hay honores. Callan las bandas de música; los obispos evitan rasgarse las vestiduras; la monarquía no deja de lado sus obligaciones – aunque aparte de enriquecerse, no les conozca otras -. Para todos ellos – y muchos más – sólo hay un al menos.
Parece como si el pensamiento se hubiese contaminado de un determinismo fatalista que nos hace mirar para otro lado aceptando que esas muertes son inevitables, que el mundo es como es y, dado que hasta ahora no ha cambiado, por qué habría que intentarlo.
No en vano el otro día escuché lo que parecía la nueva tendencia en el pensamiento solidario. Se trataba de un nuevo movimiento que apoya el trabajo infantil. Lo doloroso es que venía auspiciado por varias organizaciones de las llamadas humanitarias. Venían a decir aproximadamente, que había que diferenciar entre esclavitud y trabajo infantil. La primera era una especie de cáncer a extirpar, pero por el contrario, no había que impedir que los menores trabajasen – en el tercer mundo, por supuesto – porque gracias a ello, sus familias podían mantenerse. En resumen, que como no podemos acabar con el capitalismo, o mejor dicho, como es difícil acabar con éste, lo mejor es adaptarse. Y si para ello los niños tienen que renunciar a su infancia, pues se siente. Al menos – aquí también había un al menos – así podrían comer.
Lo dicho, al menos sigue habiendo un montón de canallas.