Para llegar a la historia, a una realidad que sea digna, decente, o simplemente soportable, hay que salir de la prehistoria. O, para ser más concreto en nuestro lenguaje, salir de la barbarie en la que estamos inmersos. Socialismo o barbarie, como decimos algunas veces, sabiendo que barbarie hay mucha y que las legiones del socialismo son escasas. Dicho esto, solo cabe entender bien qué sucede, por qué sucede y cómo puede cambiarse. Y ello no será producto de ningún acto contundente y definitivo, sino fruto de un trabajo laborioso de construcción de una propuesta de cambio basada en un nuevo modelo productivo, alternativo al que ha fundamentado el desarrollo capitalista. Esto es complejo, estratégico y proyectado a un largo proceso. Y exige lucidez y frialdad en el análisis y convicción política y moral en la ejecución.
Es más fácil criticar y denunciar que organizar y construir. Todo lo que está ocurriendo en el mundo y en España desautoriza rotundamente al sistema capitalista como sistema, pero el sistema aguanta y de las filas de los perjudicados por la actual crisis, y por todas las anteriores, solo sale, hasta el momento, un lamento patético y no una contundente negativa a continuar igual, con las mismas normas y los mismos protagonistas que han dirigido la economía y la política hasta llevarla al desastre económico social, ecológico y político actual.
Yo ya sé que nuestras ideas, línea política y propuestas son, y serán, atacadas, desautorizadas y ridiculizadas por sus enemigos. Es lo lógico y no es una actitud ofensiva como pueda parecer sino un comportamiento puramente defensivo. Hablo de la derecha en sus diferentes versiones en España (PP,CIU, PNV…) y en el mundo y hablo de esos estrábicos energúmenos progresistas, que aquí han vuelto a desenterrar la pinza cuando hablan de IU y de su coordinador, o del PCE.
Pero, es necesario decir la verdad, aunque les pese a todos ellos, que actúan porque se saben y sienten responsables de lo que ocurre y se defienden, echando la culpa, a los de abajo que, dicen, trabajan poco, cobran mucho y tienen demasiados derechos. Veamos lo hechos: la banda oligárquica, formada por el sistema financiero y económico, político y comunicacional, ha dejado el campo sembrado de desastres y víctimas en todas partes durante largo tiempo, aunque intentaba simular una imagen benefactora del mercado y sus imperativos; en el último periodo se quita la careta y da carta libre total al enriquecimiento sin control. Dejan al mundo aterrado y a los gobiernos propagandistas y mercenarios cómplices, atónitos y balbuceantes. Parecen tocados por la realidad. Pero es sólo un espejismo momentáneo. Inmediatamente se recomponen y vuelven a mandar con más chulería y prepotencia que antes. Y, en esas estamos. Aquí, con un PP crecido que enseña los dientes más antisociales, aún sin atreverse a hacerlo del todo, y un PSOE desbordado por los acontecimientos y aceptando las políticas más conservadoras en empleo, pensiones, vivienda, impuestos, sistemas privados frente a públicos, intentando dar a todo ello un tinte social para que se vea una etiqueta de izquierdas a una política parecida a la del PP.
El gobierno acepta una novela negra de las pensiones, falseando la realidad, con argumentos falaces sobre las expectativas de vida y el aumento de los pensionistas, cuando lo real es un problema de distribución y redistribución de la riqueza creada que ha sido siempre, hasta ahora, superior al aumento de la población jubilada.
Carga de nuevo contra los derechos laborales y salarios señalándolos como causantes de la crisis, mientras salva a bancos, financieras y se calla ante un depredador social como el presidente de la patronal. Reduce las inversiones productivas del estado, reduciendo el presupuesto de los ministerios más creadores de empleo, y continúa avalando el sistema altamente privatizado de energía, vivienda, fábricas, servicios, transportes, es decir de todo lo que conforma la riqueza pública.
¿Qué hacer? Ni cantos de sirena, ni brindis al sol, ni rendiciones pragmáticas ante la gravedad de la realidad.
Defender programa político y propuestas concretas:
Empleo estable, servicios públicos mejorados, empresa pública en banca, energía, agua. En definitiva y resumiendo: Planificación democrática de la economía y potenciar el papel de lo público en la economía; desarrollar los derechos constitucionales en trabajo, vivienda, salud, educación; combatir con medidas claras, concretas e ineludibles la corrupción, reformando sin más excusas el sistema electoral.
Nuestra tarea es defender lo justo e inteligente. Aunque, hoy y aquí, parezca de minorías. La realidad es tozuda, perseverar en ella para cambiarla es lo que nos toca hacer, sin complejos. Tenemos experiencia, historia de lucha y argumentos.