Antes de iniciar el artículo quiero hacer dos precisiones: una, en Murcia ha habido una gran movilización social durante un mes porque el gobierno de Valcárcel quitaba 175 euros del salario de los funcionarios, a sumar a la reducción del 5% de Zapatero, para hacer frente al déficit de sus cuentas, por el derroche, la corrupción y el enriquecimiento de unos cuantos. La movilización, en la que en esta ocasión estuvo el PSOE, a diferencia del 29S, ya que en Murcia gobierna el PP, no el PSOE, consiguió que el gobierno regional redujese los 175 euros a 75 pues, según dijo, había habido un error en la cantidad a sustraer. La segunda precisión:

El PP, que alienta todos los incendios políticos y sociales con declaraciones permanentes, y con la participación en diversos actos sociales y religiosos reaccionarios, no tiene ninguna autoridad moral ni política para acusar a la izquierda de violencia, convirtiendo el ataque de unos descerebrados en el resultado del «clima de violencia» creado por las movilizaciones. Empezando, Zapatero es la imagen de la política vacía, errática y progresivamente más conservadora realizada en los últimos años. Zapatero, el gobierno y la dirección del PSOE, han pasado de ser un centro izquierda moderado a social liberal, para convertirse en la actualidad en portavoces directos de la clase económica dominante, banqueros y demás, que han producido la crisis de los de abajo, mientas ellos continúan forrándose. No es casual que se reduzca el nivel de vida de la mayoría aquí y fuera, mientras crece espectacularmente el consumo de bienes parasitarios de lujo. En España, la venta de coches de alta cilindrada y precio ha crecido un 16,5% en el 2010. Ya saben ustedes quienes consumen «esos bienes» .

En la «clase política» conviven mezclados e intercambiables «líderes» que pueden hacer exactamente lo mismo, independientemente del partido en que militen. Por lo cual Felipe González puede asesorar a Gas Natural por 126.000 Euros anuales, con posibles primas, y Aznar asesorar a Endesa por 200.000. Ninguno ha dejado de cobrar otras cosas. Son una expresión más de la corrupción moral, política y económica que vive el país.

Después del atraco a salarios y pensiones para pagar los derroches, de la reforma laboral para facilitar las cosas a los empresarios, ahora viene la reforma de las pensiones y todas las que sean necesarias, tal como anunció sumisamente Zapatero ante los empresarios y ha reiterado hasta el ridículo, «reformas, reformas, reformas».

En el proceso de reforma de las pensiones destacan varias cosas, a saber: el intento de homogeneizar las contributivas y asistenciales desincentivando la cotización pública para derivarla a los fondos privados y a la banca. La reforma del Pacto de Toledo es un primer asalto contra el sistema contributivo, al que se avanza permanentemente con el alarmismo sobre su hundimiento. Quieren rendir por miedo y por la aceptación progresiva de su lenguaje. Ellos agitan el señuelo y saben lo que quieren. Sus formas de vender la mercancía nos van haciendo más flexibles a sus deseos y nos vamos autoderrotando poco a poco y aceptando un sistema y un modelo de sociedad cada vez más individualizado y egoísta. No veo otra forma de hacer frente a esta ofensiva permanente que no sea con el conocimiento de los hechos, las propuestas alternativas y las movilizaciones para conquistarlas.

En relación a qué hacer. Yo no voy a acusar o juzgar a los sindicatos y mucho menos en un momento que están en el punto de mira de la derecha económica y política, pero sí deberían analizar ellos, también nosotros en lo qué nos toca, qué pasa. En la clase trabajadora y en la calle su credibilidad se ha reducido. Si los dirigentes y afiliados sindicales no se preguntan por qué, asistiremos a una progresiva disminución de su capacidad real para organizar e influir en la realidad social.

No se trata de convocar una Huelga General cada mes, sino de crear conciencia política y de lucha por los derechos, a través del conocimiento, la organización y la movilización. La HG es un recurso máximo cuando la agresión, como ahora, es máxima y en todos los órdenes pero hay, además, la preparación de sólidas convocatorias para que la gente se manifieste masivamente en la calle, lo cual hace que los que no se atreven o no pueden parar se expresen. Y, siendo sinceros, las movilizaciones del 19 D, han sido escasas en número y en fuerza. Se debe a diversos factores pero hay uno que destaca: No se puede estar con las ventanas cerradas a lo que ocurre en la calle durante mucho tiempo y esperar que ahora, cuando las abres, entiendas la calle y ésta te entienda a ti.

Debe haber una dialéctica permanente entre direcciones y base, entre sindicalistas y asalariados, como la debe haber en el contenido político y en el lenguaje de la izquierda hacia la sociedad. Y las propuestas deben ser y hacerse creíbles por la autoridad, confianza y honestidad que se transmite.

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