Nuestro Secretario General, José Luis Centella, ha escrito en el diario Público del día 8 de Agosto un artículo que desde mi punto de vista, debiera constituir materia de explicación, debate y consecuente desarrollo organizativo en el PCE. Soy consciente de que el 20 de Noviembre han sido convocadas elecciones generales y sin embargo ello no debe suponer, en absoluto, una excusa para retardar algo que ya era necesario desde hace muchísimo tiempo. Porque no es lo mismo preparar programas, discursos, alianzas y candidaturas al aire vivificador de una movilización que al palo seco del ritual y calendario electorales; al menos entre nosotros y en estos momentos. Alguna vez podremos zafarnos- digo yo- de los condicionantes que viniendo de fuera justifican, posponiendo siempre para un después que nunca llega, la ausencia de debate y reflexión sobre lo que hacemos y la respuesta política y organizativa consiguiente.

En el desarrollo de mi comentario al artículo voy a detenerme en tres ideas: dos presentes en el texto y una ausente, aunque esta última es fácilmente deducible de la lógica del escrito. Pero vayamos por partes.

El primer contenido no es otro que la consecuencia del título del artículo, Construir la Alternativa. Esa expresión, la más esencial y determinante de las formulaciones y conceptos elaborados en IU a lo largo de su historia, no es otra que nuestra consecuente opción teórica y práctica por elaborar con otros una fuerza social, política y de valores éticos y cívicos radicalmente diferenciada al orden existente. Una diferenciación que por serlo consecuentemente conlleva unas prácticas políticas distintas (otras formas de hacer política) en las que la Democracia interna no sea otra cosa que la visualización coherente con nuestro proyecto alternativo de sociedad radicalmente democrática. Construir la Alternativa es ver con otros ojos y con otro instrumental no sólo la Política en su plasmación cotidiana sino también en su despliegue institucional; de tal manera que sean dos maneras complementarias de aplicar la acción transformadora. Dos maneras complementarias que deben ser hijas políticas, programáticas organizativas de un mismo proyecto permanentemente reflexionado.

El camino por el que nos lleva Centella está jalonado por referencias a situaciones y experiencias pasadas y presentes que hablan de la búsqueda de respuestas por parte de movimientos, colectivos y llamamientos de diversa índole. El autor viene a decirnos que estamos ante una situación de expectación, de deseo de cambio, de inconformismo. Ante tal tesitura el Secretario General propone otro concepto de gran arraigo en la tradición de IU: convocar. Una convocatoria que para serlo en la línea de lo que desarrolla, no puede ser la invitación a militar sin más en nuestras filas, pedir apoyos electorales u ofrecer nuestros buenos oficios para hacer de trampolín o de intérprete. Convocar es llamar para co-crear arriesgando, asumiendo, aportando y aprendiendo a recibir. Sin riesgo, sin reto, sin apertura en pos de la síntesis no hay revolución; lo dice la Historia.

Y de la misma manera que tirando de un eslabón de la cadena van arrastrados los demás, la convocatoria, la alianza, su capacidad de crear mayoría es inseparable del programa, de lo concreto, de lo inmediato, de lo que conciencia en un primer nivel, de lo que responde a necesidades perentorias, urgentes, inexcusables. Y al hablar de Programa, y en la mejor de nuestras experiencias, que sea permanentemente elaborado y evaluado colectivamente.

Un proyecto así, diferente por decisión propia emanada del objetivo perseguido, La Alternativa, no puede arrancar con compromisos, anclajes, pies forzados e inercias basadas en siglas, procesos históricos o sentimentalismos; los nuestros son los que con nosotros van. Y si en el devenir de los acontecimientos la coyuntura propicia acercamientos, sean estos aquilatados y concretados en movilizaciones, programas y sintonías de metas inmediatas y objetivos finales.

La segunda idea que comento es sin duda la más radical en formulación que ha aparecido en documento alguno nuestro que no sea de circulación interna, restringida o con menos aspiraciones divulgativas. Podemos leer: Tenemos la necesidad de romper con un estado de cosas heredado de una Transición incompleta, que la mayoría no vivió y a la que, además, se le explicó mal y con demasiadas trampas. Romper con un estado de cosas…Se está planteando pura, lisa y llanamente la Ruptura como concepto político que implica la convocatoria para una alternativa de modelo de Estado, de sociedad y de gobierno. Y es necesario que esto quede claro porque sin tener conciencia del nuevo marco de objetivos y finalidades, el llamamiento quedará alicorto en la medida en que la acumulación de fuerza partidaria del cambio pueda vacilar ante los nuevos pasos a dar como consecuencia de su propio despliegue y desarrollo. Dicho de otra manera, debemos ser conscientes de que cualquier proceso de avance democrático cuestiona y niega La Transición.

Asumir que la ruptura con el marco económico, social, político e ideológico de la Transición a más de tres décadas de su existencia y a la que como siglas hemos aportado en su origen algo más que discursos es comprometedor. Pero en esta hora de claridades y de urgencias cualquier intento de cambiar la situación no puede ser deudor afectivo del pasado. Plantear la ruptura es demostrar que hacemos una propuesta con un nuevo fundamento; una etapa queda clausurada.

Se podrá pensar que la ruptura nos retrotrae a la época de la Junta Democrática y que entonces la cuestión estribaba entre una Democracia y el franquismo sin Franco. Pero debemos considerar que la concepción rupturista, hoy en día, no es un instante o un proceso corto de aceleraciones y cambios sino un proceso marcado y jalonado por pequeñas rupturas, necesarias, urgentes e hijas del desarrollo consecuente de la legalidad vigente. Se trata de poner al sistema ante sus propias contradicciones pero haciéndolo a ras de tierra, cada día, didácticamente. Algunas veces he dicho y mantenido que el sistema es incapaz de cumplir su propia legalidad. Mediten mis lectores acerca de la Constitución de 1978 y su aplicación práctica. Mediten además sobre esa Constitución Universal que son los DDHH y la realidad de su aplicación. En estos instantes convocar, programar, movilizar, diseñar horizontes y plantear fantasía concretas que diría Antonio Gramsci es hacer ver muy didácticamente donde están los obstáculos que impiden la satisfacción de las necesidades más elementales y animar a superarlas colectivamente.

Estamos en período preelectoral. Pues bien convoquemos en nombre de un programa muy concreto, con diez o quince puntos. Tan ligados a las necesidades que cualquier ciudadano sea capaz de retenerlo, criticarlo, alabarlo o mejorarlo. Un programa resumido en un folio o menos pero perfecta y coherentemente concebido, justificado y relacionado con el entorno social. Un programa técnicamente posible porque los obstáculos que lo imposibilitan es ya una cuestión del bloque constituido para defenderlo y aplicarlo. Y valga un ejemplo de mi caletre que ya he expuesto en varios ámbitos. Propongo un Salario Mínimo Interprofesional de 1000 euros al mes.

Y queda una cuestión que no aparece en el artículo del Secretario General pero que está en hueco; es decir se nota tanto por su ausencia como por ser la consecuencia lógica de todo lo que ha dicho con anterioridad. Y esa cuestión a la que aludo no es otra que la respuesta a una pregunta inquietante ¿Quién es el sujeto convocante PCE y/o IU? Y al plantear la entidad del sujeto me refiero a la disponibilidad objetiva y subjetiva de ambos colectivos en su totalidad; a su capacidad política y organizativa; a su predisposición manifestada tras el debate pertinente, a priorizar esta tarea por encima de otras cualesquiera.

En virtud de esto último termino como empecé. Si este texto del Secretario General del PCE no merece, al menos una consideración y una decisión (la que sea) de todo el Partido, convocado para ello, es que como mal menor, seguiremos instalados en la melancolía.