Doña Valentina Martínez Ferro, a quien ustedes seguramente no conozcan, es sin embargo una persona importante, muy importante: nada más y nada menos que Directora del Gabinete del Director del Gabinete de la Presidencia del Gobierno, si hemos de fiarnos (¿y qué cristiano pondría en duda que hayamos de fiarnos?) del nombramiento publicado en el Boletín Oficial del Estado del pasado 17 de enero. Ahí es nada: Directora del Gabinete del Director del Gabinete. ¿Se han quedado o no se han quedado sin aliento?

Porque, en esto de los nombres de los cargos y los oficios, el lenguaje a menudo sirve para revestir de dignidad y poesía las triviales ocupaciones cotidianas. En el Ayuntamiento de un pequeño municipio del sur de Madrid existía hace tres lustros un honrado funcionario al que el secretario se refería como “Operario de Asuntos Diversos”, que no alguacil, ni ordenanza, ni auxiliar administrativo. Y, como la denominación de su puesto lo merecía, al tal operario nadie le encargaba cosas, sino que siempre se le “notificaban propuestas de encomienda”. Las “propuestas de encomienda”, sin embargo, se hacían igual que los mandados, y el operario se pasaba todo el día de un lado para otro llevando sobres y paquetes en su vieja Vespa, el casco con correa bajo el mentón y un paraguas entre las piernas. Para por entonces nos acostumbramos a llamar “profesionales de logística” a los camioneros y se puso de moda estudiar varios “máster”, pero nadie tenía idea de lo que era una maestría.

Lo de doña Valentina, sin embargo, no es mero barroquismo del idioma ni vulgar quiasmo, sino algo de bastante más enjundia. Pues ¿qué sería del director del gabinete si no hubiese a su vez alguien que dirigiera el gabinete del director? Y fíjense en que no existe noticia de que haya un director del gabinete de la directora del gabinete del ídem. O sea que no se reproduce la dignidad en bucle hasta el infinito, como en un dibujo de Escher, sino que en doña Valentina finalizan y se cierran los directores y los gabinetes.

Y en los informes que haga –porque seguro que doña Valentina hará informes, muchos y doctos informes- recomendará, en coherencia con la doctrina del gobierno del Partido Popular que la nombró, austeridad y sacrificio en el corral sobre el que a ella le toque mandar. Menos sueldo para los empleados, menos empleados, menos derroche en educación y sanidad… que con la manía de los ancianos de ponerse enfermos no ganamos para nuevos gabinetes, cuyos directores salgan lustrosos al ser nombrados en el Boletín Oficial, con sus despachos, sus plaquitas doradas en las puertas de los despachos y su tropa de subordinados, personal de confianza del personal de confianza.

Nos sobran médicos y maestros y nos faltan cargos con títulos lucidos. Eso es lo que pasa.

A sus pies, pues, doña Valentina.