“Sólo un ateo puede ser un buen cristiano y sólo un cristiano un buen ateo”. (Ernst Bloch)

Fue el 1 de marzo de 1954 cuando el hierático Pío XII, un papa criticado por muchos debido a su papel silencioso durante el periodo nazi, decretó la prohibición del sacerdocio obrero, situación que perduró hasta el 7 de diciembre de 1965, cuando, tras el Concilio Vaticano II, Juan XXIII levantó el veto. Posteriormente, Pablo VI impulsaría la experiencia sentando las bases para el encuentro de la Iglesia con los hombres y mujeres en las distintas realidades en que se desenvuelve el vivir cada día del ser humano, especialmente en la cotidianidad del mundo del trabajo.

Desde 1964 en que se sitúa la presencia inicial de los primeros curas obreros en España, surgidos en el foco industrial vizcaíno al albur de su cercanía con Francia, país de donde procedía este nuevo fenómeno, se contempla la cifra de 800 ‘curas obreros’, es decir, aquellos que renunciaron a sus salarios y acabaron trabajando en el campo y la construcción, junto a las clases más populares. Y es que no bastaba con ayudar a los más necesitados, había que “compartir la vida” del pueblo, decían, en un proceso unido a organizaciones como la Hermandad Obrera de Acción Católica, el Sindicato de Obreros del Campo o las propias Comisiones Obreras. Así mismo era, ¡cómo olvidarlo!, una forma de lucha antifranquista.

Gamo es uno de los históricos curas marxistas de la periferia madrileña que hicieron de las parroquias auténticas fortalezas del movimiento antifranquista

Es casualidad que en la anterior entrega de esta sección el asunto fuera ‘Juan XXIII’ y el Concilio Vaticano II, aquella suerte de ‘perestroika’ reformista que desde el Vaticano se impulsó (no exenta de contradicciones y perturbadores) como forma de apertura a las condiciones objetivas del momento. No obstante, entretanto se publicó el anterior número de Mundo Obrero y comenzó a armarse este que el lector tiene en sus manos, se nos ha ido Mariano Gamo (1931-2023), uno de los históricos curas marxistas de la periferia madrileña que hicieron de las parroquias auténticas fortalezas del movimiento antifranquista y de la construcción colectiva en aquellos barrios infradotados.

Al poco de llegar en 1963 a la parroquia de Nuestra Señora de la Montaña, en el Polígono E del barrio de Moratalaz, uno de los barracones que poblaban las barriadas de un miserable extrarradio en lucha hacia la dignidad, hizo colgar un cartel en que se leía “La Casa del Pueblo de Dios”, allí empezaron a reunirse clandestinamente las primeras CCOO y el incipiente movimiento vecinal. En 1969 es detenido durante el Estado de Excepción decretado por el Régimen. Puesto en primera instancia a disposición de la justicia militar, finalmente fue juzgado por el Tribunal de Orden Público y pasó tres años recluido en la cárcel de Zamora, donde coincidió con otros curas represaliados por el Franquismo, pues entre 1973 y 1976 fueron encarcelados en esta prisión 120 sacerdotes.

Juzgado por el TOP, Gamo cumplió tres años en la cárcel de Zamora. Por allí pasaron otros 120 curas obreros entre 1973 y 1976

Mariano Gamo prosiguió su sacerdocio con desobediencia y conciencia social. Trabajó también como sanitario y participó de la vida política. A finales de los años noventa sería diputado regional por Izquierda Unida. Durante esta etapa fue llamado a declarar por autoinculparse junto con otros miembros de la cultura y el mundo político institucional por la okupación de ‘El Laboratorio’ (Embajadores 68). En fin, Gamo deja tras de sí (y sus 92 años), una extensa biografía de compromiso y una huella profunda.

En un intento por situar aquel sorprendente diálogo entre cristianismo y marxismo, entre la sociedad civil y la voz de las parroquias abiertas, podríamos rescatar la experiencia humana e intelectual encarnada en la figura de Alfonso Carlos Comín, ingeniero industrial, periodista y sociólogo. Fallecido prematuramente en 1980, tuvo un papel destacado en la clandestina lucha antifranquista (fue militante del PSUC), así como una especial influencia en la corriente de renovación del pensamiento cristiano.

El año 1973 fundó (con el jesuita y sociólogo Joan Nepomucé Garcia-Nieto) el movimiento ‘Cristianos por el Socialismo’, que propugnaba la teoría y la praxis marxista compatible con la fe cristiana. Este movimiento, fundado el año 1971 en Santiago de Chile, se había extendido a una gran velocidad por los países del continente sudamericano, y había contribuido a la aparición y difusión de la Teología de la Liberación, que entre sus puntos más destacados afirmaba que «la pobreza era un pecado social»…

Debido en parte a que todo aquello pasó a la historia, vivimos hoy en manos de sociópatas…