El canon literario elige e impone nombres y obras dejando olvidos en las orillas de la memoria. La historia de la literatura, así, se va construyendo en el tiempo, prevaleciendo muchas veces, injustas descalificaciones. Tal es el caso de José Bergamín, un autor que ha permanecido en la sombra de la nómina de la generación del 27, aunque Antonio Machado escribió en su día: “Anotemos que José Bergamín está muy de vuelta, acaso lo estuvo siempre, del culto algo estéril y, a mi entender, rezagado de nuestro barroco de superficie, con signo culterano o conceptista. Anotemos también que, a fuerza de buscador de raíces, no reniega de la tradición hispánica, ni de los precedentes más inmediatos de su propia obra… Por esta razón Mairena lo hubiera incluido siempre entre los originales, nunca entre los novedosos.”

Pero antes de señalar la importancia de su obra, recordemos algunos datos biográficos. José Bergamín nace en Madrid en el año1895 donde vive cuarenta años y donde estudia Leyes en su Universidad Central.

Sus inicios literarios están vinculados a las revistas Índice y Litoral, donde aparecen sus primeros títulos El cohete y la estrella y caracteres. En 1933 funda la revista Cruz y Raya que evoluciona desde un cristianismo progresista a una radicalización política que se traduce en una defensa apasionada de la República. Durante la guerra civil no duda en colaborar activamente en El mono azul – a quien da nombre -, Cuadernos de la Casa de la Cultura, Madrid y Hora de España. Participa en el Segundo Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura que se celebró en Valencia en 1937 en el que toma partido y reafirma un compromiso de carácter popular: “ Por eso nuestro pueblo español, consciente de la plenitud humana y humanizadora de su pasado está solo, plenamente solo ante la muerte. Y se levanta quijotesco en Madrid, el 18 de julio inolvidable, cumpliendo el empeño libertador de su palabra con su sangre. ¡Como un hombre solo! ¡Como un hombre solo! Solo y no aislado. Solo como nuestro Don Quijote y no aislado como Robinsón.”

Ya en el exilio, en París, publica la revista España Peregrina, que continuará en México donde fundará la Editorial Séneca donde publicará obras de R. Alberti, César Vallejo, F. García Lorca, Luis Cernuda, entre otros. Su exilio continuará por varios países latinoamenricanos para recalar en Paría en 1954. Vuelve a España en 1958 aunque tiene que exiliarse en 1963 por haber firmado conjuntamente un manifiesto con más de cien intelectuales dirigido a Fraga Iribarne en el que se denunciaban las torturas y represión que se habían producido contra mineros asturianos. Regresa a España en 1970 donde colabora en varios medios periodísticos de donde es expulsado por sus duros ataques a la monarquía. Entonces decide “exiliarse” en el País Vasco donde colabora en el diario Egin y otras publicaciones situándose políticamente en la izquierda abertzale.

Murió en San Sebastián el 28 de agosto de 1983.

José Bergamín fue un autor que cultivó el ensayo literario, el teatro y la poesía. Su singularidad en todos ellos es su nota característica como lo es también su conocimiento de la cultura clásica que interpreta teniendo presente el pensamiento de Luis Cernuda: “Todo poeta es, o debe ser, un crítico silencioso y creador, no un charlatán estéril”

Su obra poética es breve, pero de una gran intensidad. Su concepto de tradición no significa un continuismo sino una superación de los modelos anteriores con el enriquecimiento de una temática por donde transita el pensamiento y la propia Historia. Pero si hay que subrayar algún elemento sería el carácter popular donde sueño y verdad, realidad e irrealidad, tristeza y melancolía, el amor y la muerte se entrecruzan para convertir la emoción en pensamiento y el pensamiento en emoción. Libros como Rimas y Sonetos Rezagados, Velado desvelo, La Claridad desierta, El otoño y los mirlos o bastan para recordar a un poeta que también nunca merece el olvido.