La vi hace ya tiempo, una película francesa de 1995 dirigida por Nathieu Kassovitz, titulada «La Haine» (El odio) que tuvo éxito en su momento pero que ahora no consigo encontrar ni en venta ni el alquiler. No obstante la recuerdo bien aunque carezco de algunos datos, como el nombre de sus protagonistas, tres jóvenes, uno marroquí, que me parece estar viendo, moreno con el pelo rizado y mirada a veces atónita y otras insolente, como si se defendiera del miedo que le inspira lo que no logra comprender -conductas humanas, generalmente-, y un desprecio que le suele conducir a la violencia. Otro de ellos es negro, corpulento y sereno, acepta lo inevitable para no meterse en líos, aunque no siempre lo consigue. Del tercero se sabe que es judío, un muchacho muy pálido y con el pelo rapado al cero. Él es quien les cuenta una historia a los otros dos, al comenzar la película en un vagón de metro medio vacío: «Esta es la historia de un hombre que se cae desde un edificio de 50 pisos. Para tranquilizarse, mientras cae al vacío va diciendo, hasta ahora todo va bien, hasta ahora todo va bien, hasta ahora todo va bien». Los tres amigos son franceses, hijos o nietos de inmigrantes y regresan a sus casas tras pasar la noche en lo que llaman «sublevación»: quema de coches y duros enfrentamientos con la policía.
A Albert Camus en «La Caída» (obra póstuma publicada también en 1995), caer y aterrizar le parecen lo mismo, quizá porque percibe con el distanciamiento que proporciona escribir en tercera persona, pero para el chico existe una diferencia entre una y otra porque toma conciencia del descenso y se pregunta con escepticismo si habrá algún lugar donde agarrarse para evitar el golpe. La acción del film transcurre en 24 horas durante las cuales los tres jóvenes repiten obsesivamente: «¿Y ahora qué hacemos?» Y expresan como conclusión: «Nada, no tenemos nada. Vivimos en un gueto rodeados de policía, como en la cárcel. No somos nadie ni hacemos nada» En efecto, no tienen nada, hasta que encuentran la pistola que ha perdido un policía. Y el final es la consecuencia lógica del vacío; es el aterrizaje.
El cine, a caballo entre la realidad y la ficción Magnífico cuando es fiel a los hechos y sabe exponerlos con lucidez y sensibilidad, «El Odio» nos muestra unos sucesos que se corresponden con tal exactitud a la realidad que exceden a la premonición -característica que en ocasiones encontramos en el arte-, para fundamentarse en el conocimiento de lo que está ocurriendo en Francia desde hace mucho tiempo, y que se repite una vez más en estos días. No sólo lo sabe el director de cine, lo sabe quien debería remediarlo, el Gobierno, y si no lo soluciona es porque no quiere. Le recomendaría que viera otra película que le conviene conocer para que se entere a través del cine; «El té del harén», también francesa y con idéntica problemática, realizada por Medhi Chares y presentada por Costa Gavras. Tampoco estaría mal que aquellos que puedan tener alguna responsabilidad en los asuntos que se refieren al bienestar y formación de la juventud echara un vistazo a «Suite sixteen» (Dulces dieciséis), de Ken Loach. Nunca he visto tan claro como en esta película en qué medida y de qué manera la sociedad capitalista impide brutalmente que una gran parte de la humanidad tenga posibilidades de sobrevivir honradamente y con dignidad. Laín, el protagonista, que en la película de Loach busca un poco de dinero para celebrar con su madre, cuando ésta salga de la cárcel, su decimosexto cumpleaños no tiene ningún derecho ni posibilidad, está condenado de antemano por un mundo maldito y perverso que no le quiere ni a él ni a los que son como él. Porque como prefieren a los pobres es encerrados o muertos cuando no los pueden someter. El protagonista de «Dulces dieciséis» es como los personajes del «Harén» y del «Odio», como los de la realidad. Jóvenes expulsados indecorosa e injustamente de una sociedad de la que se vengan dañándose y dañándola porque no les deja otra solución. El cine nos cuenta lo que está pasando en Francia y seguirá pasando si no somos capaces de ponerle remedio. Si nos descuidamos lo capitalizará la extrema derecha. «Esta es la historia de una sociedad que se hunde, y mientras se va hundiendo va diciendo: hasta ahora todo va bien, hasta ahora todo va bien, hasta ahora todo va bien. Lo importante no es caer, sino el aterrizaje». Lo dice la película.