M.O.:»Extraños centinelas» es una novela que va contracorriente: Su argumento, su tema y estructura no encajan con la narrativa dominante. Sin embargo, la intriga, la urdimbre de su trama y su fondo político la convierte en lectura obligada a pesar de su complejidad.
F.A.:
La novela es complicada y responde al debate establecido entre vanguardia y realismo que se ha solucionado mal porque lo ha realizado el mercado con las novelas-ríos, las novelas lineales, e incluso con la avalancha de novelas pseudo históricas. Además, muchos escritores actuales escriben novelas con las pautas realistas y lineales del siglo XIX. Es otra demanda más del mercado a pesar de que la vida cotidiana de hoy día es muy distinta después del 11 de septiembre del 2001, y antes, en función del imperialismo unipolar y de la democracia desmotivada. Extraños centinelas rompe la linealidad del discurso, pero con la voluntad de que sume cien. No existen cabos sueltos ni puertas abiertas. Este artificio, aunque complicado, intenta redondearse al final.

M.O.: Posiblemente sea una obviedad. ¿Podemos afirmar que cualquier parecido con la realidad de parte de la trama es pura coincidencia?
F.A.:
Las coincidencias son un intento de tematizar la nueva realidad. Arranca de una metáfora muy dura. El fin de la política. Hemos pasado de la guerra fría y de la novela de espías a una guerra muy caliente donde las cloacas de Estado tienen más fuerza que nunca. Ahí está Guantánamo y los vuelos de la CIA. Vivimos en una democracia no republicana, es decir, en una democracia desnutrida. Este es el marco donde transcurre la novela. La coincidencia con la realidad es radicalmente consciente. También aparece el 11M y la absoluta incapacidad del poder para detectar los explosivos desde una hipótesis distinta a la que se quiere y se está transmitiendo.

M.O.: La mayor parte de la acción de la novela se desarrolla en los aledaños del Congreso y en lo que hoy se denomina «El barrio de la Letras, es decir, política y literatura van juntas de la mano.
F.A.:
Es cierto. En los aledaños del Congreso coinciden políticos y espías al máximo nivel. También en ese espacio vivieron Cervantes, Quevedo y Lope de Vega. También es el escenario donde transcurre la acción de «Luces de Bohemia» de Valle Inclán que denuncia ante los espejos cóncavos el poder, creando una nueva estética, el esperpento. También, en el Museo del Prado, está «El perro semihundido» de Goya. «Extraños centinelas» quiere reflejar también, pero ahora, en un espejo roto, el poder surgido después del 11S y la política imperialista más sangrienta que propone convertir al ciudadano democrático en consumidor y que se han terminado las democracias republicanas. Pero este espejo roto, no deformante, refleja una unidad: la democracia otorgada y la desmemoria histórica que se traduce en borrar de la historia la resistencia antifascista y que no ha habido luchadores.

M.O.: Pero esa recuperación de la historia, desde nuestro punto de vista, debería tener más proyección que la de ejemplaridad testimonial.
F.A.:
También el espejo roto refleja una injusticia absoluta. En el XXVII Congreso del PCUS, al que asistí junto a Simón Sánchez Montero, M. Gorbachov, para lanzar la perestroika dijo: «Camaradas, no tenemos donde regresar ni tenemos sitio donde hacerlo:» Está proponiendo una renovación sin pasado. Pensé entonces ¿No se puede regresar a 1917, a los soviets y a Lenin? Nosotros, ahora, no podemos decir esa frase. Sería un suicidio. Tenemos que regresar al papel de los comunistas durante la República, en la Guerra civil y en la clandestinidad. El imperialismo nos roba la libertad. Es otra injusticia más que nos convierte en nómadas y en precarios.

M.O.: En un momento determinado leemos que «nuestra lucha final es la de un perro amarrado contra un tigre suelto. Sin embargo, creo que nuestra lucha es la de un tigre semihundido rodeado de miles de perros guardines.
F.A.:
Sí. Es la imagen de la democracia no republicana y desmotivada y también el drama de una época. La imagen de una modernidad que rechazamos.

M.O.:En «Extraños centinelas» encontramos muchas sugerencias. Concretamente una se refiere al lenguaje de los medios de comunicación que exigen titulares más que ideas. Parece que la izquierda ha perdido también la palabra.
F.A.:
La izquierda tiene la misión de construir un nuevo militante teniendo en cuenta siempre la realidad en la que estamos. No vale edulcorar sus características dominantes como son la extranjería y la precariedad sin perder de vista, todas las limitaciones que tenemos, comenzando por lo comunicativo. La entrada en el mercado supondría reproducir su propia voz. Recientemente se han publicado determinadas novelas que, aparentemente de izquierdas, al final ceden y justifican ciertos comportamientos de los vencedores. Lo triste es que nos encontramos una derrota en el camino. Ceder es el principio de la derrota definitiva.

M.O.: La siguiente frase de Juan Carlos Rodríguez se repite dos veces en la novela: «No hay más historia que la que nos derrota»
F.A.:
El profesor Juan Carlos Rodríguez es un teórico marxista que aún no hemos puesto en su sitio, un sitio de lujo: Ha escrito recientemente un libro sobre Cervantes, «El escritor que compró su propio libro» que es una de las aportaciones más lúcidas a la bibliografía cervantina. Afirma que la política se está acabando en su sentido grande, pero que hay que reaccionar frente a esta situación que convierta a la historia en sinónimo de permanente derrota.

M.O.: Sería imperdonable no decir que en «Extraños centinelas» se narra también una historia de amor, diríamos que casi crepuscular, en la que la amante no teme a la muerte ni a una derrota degustada con tinto e ironía.
F.A.:
El amor que viven ambos protagonistas está al margen de los cánones clásicos y, si fracasan es porque viven en un marco que, aunque laico, está condicionado por el mercado histérico. Pero también es cierto que la amante es más fuerte y con una clara conciencia de la transformación que está sufriendo el protagonista.